Los mejores cafés y restaurantes en Barcelona para foodies

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Uno de los aspectos en los que destaca Barcelona es en la calidad de su oferta gastronómica, conocida y premiada internacionalmente, toda una metrópoli para los foodies. En general, en los restaurantes locales se tiende a un tipo de cocina catalana y mediterránea, con distintas interpretaciones y formatos, pero también abundan las propuestas internacionales, las exóticas y las claramente experimentales.  Antes de pasar  la acción, recomendamos un paseo por el colorido y exuberante  Mercat de La Boquería, en las Ramblas, el equivalente a una catedral para la religión foodie. Vamos con algunas propuestas:

foodieYa que estamos en la Boquería, podríamos empezar desayunando en El Quim de la Boquería, un bar donde se come en la barra, de pie o sentado en taburetes en medio del ajetreo del mercado. La mejor manera de introducirse en el mundo de las tapas, que aquí sirven con respeto a la tradición y toques de autor. Algunos ejemplos para conquistar el paladar de los foodies: huevos con foie caramelizado, rissoto de rabo de toro, tortillita de verduras y, cómo la, las clásicas patatas bravas.

Una tradición catalana relativamente desconocida es la de l’esmorzar de forquilla (desayuno de tenedor), compuesto por platos que superan en contundencia, elaboración y variedad al mismísimo Brittish Breakfast. Un clásico es el Hotel Europa, en la vecina ciudad de Granollers. O, en Barcelona, el Gelida. Cap i pota, manitas o carrilleras de cerdo, platos catalanes elaborados a la catalana,  y un más que aceptable vino a granel, en un ambiente de gente del barrio y a precio de derribo. Está en el Eixample, en el 133 de la calle Diptuación.

Typical black rice foodie Para aquellos decididos a apostar fuerte, tenemos los restaurantes con estrellas Michelín. El Abac, del conocido chef Jordi Cruz, tiene dos y ofrece una cocina vanguardista muy elaborada a un precio (nada es perfecto) de 175 euros el menú. La visita incluye el saludo personal del chef y un pequeño tour por las instalaciones. Como corresponde, los platos tienen nombres complicados y elaboraciones a juego , pero la experiencia es fantástica. El Lasarte, dirigido por Martín Berasategui y con Paolo Casagrande a los fogones: tiene tres estrellas Michelín, un enfoque algo más tradicional, aunque sin renunciar la experimentación en lo que hace a sabores y texturas. A partir de 100 euros comiendo a la carta y el menú de degustación compuesto por aperitivos, nueve platos y dos postres, 185 euros , maridaje de vinos aparte.


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Pero los buenos foodies saben muy bien que comer bien no significa necesariamente pagar mucho, de modo que descendiendo del ámbito de los cielos gastronómicos a regiones más terrenales, podemos presentar propuestas más modestas pero igualmente gratificantes. Para amantes de las hamburguesas de calidad, el Kiosko, con tres establecimientos en la ciudad. Para comer arroces frente al mar (por ejemplo, su arroz de ciego o su arroz negro típico catalán), L’Escamarlà, en la Villa Olímpica, justo al lado del más experimental Escribà, gestionado por los pasteleros de fama internacional. Para bocadillos variados y bien elaborados, la cadena Viena, con varios establecimientos en la ciudad, o el ya mítico Rekons, en Sant antoni.

Y, en lo que hace a la comida típica catalana, destaquemos platos como canelones Rossini,  los calçots, las garoines (erizos de mar de los que sólo se comen los órganos reproductores), el pa amb tomàquet (normalmente acompañado de jamón y embutidos), la contundente Escudella i carn d’olla, el suquet de  peix (guiso marinerode pescado y marisco), la esqueixada (ensalada fría de bacalao) y la típica crema catalana, a descubrir hurgando bajo una deliciosa capa azucarada quemada. . Algunos de estos platos los podemos probar en el Aránega, en la Avenida Paralelo 188, o en el clásico Can Culleretes, en la calle Quintana, número 5, dos palacios para los verdaderos foodies.


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